¿Alguna vez os habéis quedado absortos? Momento en el que no importa el tiempo, sólo lo que sientes en ese momento. Estás en otro momento o incluso en el mismo presente pero con una percepción diferente, en ocasiones más clara de lo habitual. ¿Recordáis, cuando de pequeño, vuestra madre os hablaba con mucho cariño y muy bajito, porque estabais enfadados o tristes por alguna razón? Ella se acercaba con cariño, os abrazaba y os decía con ternura palabras de ánimo. Esas palabras que se convertían en una especie de colchones en los que te acomodabas y de los que no te querías levantar. Ese susurro de tu progenitor te hacía olvidar todo y lo importante sólo era continuar lo más posible en esa situación lleno de cariño, si para eso te hacías el remolón pues se hacía con tal de que no acabase.
En mi entrada anterior a esta, “Tranquilidad”, simbolizaba ese momento que relato en el párrafo anterior. Estaba disfrutando como un enano, en medio del campo junto al río de escaso caudal, llamando Rio Grande. Contemplando la circulación de agua desapareció el cantar de los pájaros, ya sólo estaba centrado en ese caminar con su susurro. Tanto me llamó la atención que decidí inmortalizar ese momento. Tomé el móvil, para perpetuar esos instantes, y me quedé fijo mirando la imagen. Instantes que se convirtieron en eternos, como si hubiera abierto una puerta especial que me llevaba a un mundo mágico. Me trasladé a los jardines de la Alhambra de Granada que visité hace una década. Allí los juegos de luces en las pareces y techos, que hacían los reflejos del Sol sobre el agua, lo dominaba. El susurro del agua era tal que más bien podían ser los suspiros del alma.
Ese alma parecía haberse encontrado con la mía exactamente como ese abrazo y susurro de la madre que te hablaba de pequeño. ¿Alguna vez os ha pasado lo mismo? Cuando la grabé y compartí no tenía palabras para lo que hoy escribo. No quería perder ese momento.
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